Impacto en salud de las bajas temperaturas
El frío intenso afecta negativamente a la salud, tanto de forma directa como indirecta. Solo en los casos más extremos, la exposición a muy bajas temperaturas conduce a cuadros de hipotermia y de congelación , que suponen solo una pequeña proporción del total de la morbi-mortalidad asociada al frío extremo. Las bajas temperaturas también debilitan la respuesta defensiva del organismo y parte de la etiología del exceso de morbimortalidad asociada al frío es de naturaleza infecciosa, principalmente por agentes como el virus de la gripe o el neumococo.
Con mayor frecuencia el frío conduce a un sobre-estrés del organismo que puede dar lugar a una descompensación orgánica que agrava enfermedades crónicas en población vulnerable. Aunque este fenómeno se puede observar a partir de los indicadores de morbimortalidad por todas las causas, merece especial mención su efecto sobre las patologías de tipo cardiaco y respiratorio. Así mismo, las bajas temperaturas pueden aumentar la incidencia de otras complicaciones de salud, por ejemplo, el aumento de los diagnósticos por depresión o ansiedad y esquizofrenia, o complicaciones durante la gestación.
Por otro lado, también favorece los accidentes de tráfico y las caídas por placas de hielo, o los incendios e intoxicaciones por monóxido de carbono a partir de estufas de gas, braseros, etc.
Son grupos de población especialmente vulnerables a las olas de frío las siguientes:
- Personas mayores. Aunque los efectos de las temperaturas sobre la salud se pueden dejar notar en todos los grupos de edad, los riesgos aumentan a medida que la edad avanza a causa de una menor eficacia de fisiología termorreguladora del organismo (Los mecanismos defensivos frente al frío como la vasoconstricción, la tiritona o la propia percepción de la temperatura suelen estar disminuidos) y por una mayor incidencia de la condición de polimorbilidad en los grupos de edad más avanzada. En general, se considera especialmente vulnerable a las personas de más de 65 años.
- Personas con enfermedades crónicas susceptibles de ser agravadas en situaciones de estrés prolongado. En especial para aquellas personas que padecen de enfermedad cardiovascular, respiratoria, neurológica, hipotiroidismo y diabetes o trastornos psiquiátricos.
- Mujeres gestantes. La exposición a episodios de frío extremo se ha asociado con complicaciones en el parto.
- Recién nacidos y lactantes. Su sistema de respuesta neurovascular todavía no está tan desarrollado como el de la población infantil o adulta para luchar contra el frío.
- Personas que toman medicamentos que pueden potenciar los síntomas ligados al frío al interferir con los mecanismos adaptativos del organismo como son los vasodilatadores, depresores del SNC, relajantes musculares, etc.
- Personas con movilidad reducida, desnutridas, con agotamiento físico, casos de intoxicación etílica.
- Personas que trabajan al aire libre.
- Personas que practican deportes al aire libre en zonas frías.
- La población más vulnerable a los efectos del frío la constituyen sobre todo las personas sin hogar y las que sufren pobreza o bajo estatus económico (ropa de abrigo deficiente, vivienda insalubre, mal aislada, sin calefacción, etc.) en especial cuando esta se manifiesta en la forma de pobreza energética, lo que les impide mantener una temperatura de confort en los hogares en los momentos más fríos del año. Así mismo, a causa de la distribución de la pobreza y las tareas de cuidados en función de los roles de género se ha establecido que en estas situaciones probablemente quien pase más tiempo en estos hogares no confortables sea una mujer, por lo que también debe ser considerado un grupo vulnerable. Inmigrantes en situación de precariedad.